Francisco Buiza
nace en Carmona en 1922. Con sólo ocho años comienza a modelar figurillas
de nacimientos en barro sin cocer, que vende o cambia con sus compañeros
de escuela. Las dificultades económicas y las penalidades de la Guerra
Civil, le obligan a colaborar en el sustento de la familia en distintas
actividades extraartísticas. Cuando su madre se traslada a Sevilla, en
busca de trabajo, el artista colabora como tallista con Francisco Vélez
Bracho y, posteriormente, con el escultor y ceramista Pedro Navia. En el
obrador de este último conocerá a su maestro. Sebastián Santos Rojas,
quien le enseña todo lo concerniente al arte de la imaginería. En 1953
abre taller propio y, en 1957, consigue el Primer Premio de Escultura en
la X Exposición de Bellas Artes y Artesanía organizada por el Ayuntamiento
de Carmona.
Sin dar lugar a vacilaciones,
Buiza fue el experto más hábil en la creación, readaptación y hasta
manipulación a sus gustos personales y al de la inmensa mayoría de la
comitencia cofrade, de los estilos seiscentistas. En concreto, de los
rasgos más epidérmicos y superficiales de la obra de Juan Martínez
Montañés, plasmados en el estudio del juego de plegados de algunos
sudarios como el del Cristo de la Clemencia. Pero sobre todo,
tendrá presente al Juan de Mesa y Velasco que, emancipado de su maestro,
acentúa y profundiza en la vida interior que respiran las cabezas de sus
esculturas, amén del perfeccionismo somático y la sobriedad de planos
volumétricos, propias de obras como el San Juan Evangelista de la
Hermandad del Gran Poder y, sobre todo, el Cristo del Amor,
de la Colegiata del Divino Salvador; de hecho la auténtica obsesión de
Francisco Buiza al elegirlo como su unívoco modelo.
A través de su catálogo puede
deducirse que Francisco Berlanga supo sacar partido como ningún otro de
los cultivadores recientes de la escultura procesional, de la exageración
de ciertos rasgos estilísticos reservados por Juan de Mesa para los tipos
iconográficos, tanto hagiográficos como pasionales; esto es, exoftalmia
ocular o abombamiento de las cuencas orbitales y la profusión de rizos,
guedejas y tirabuzones en cabelleras provistas de gran riqueza de
claroscuro, además de una astuta enfatización de la anatomía, como reclamo
de habilidad técnica.
Por todas las razones citadas, la
línea interpretativa de Francisco Buiza, gozó de considerable aceptación
por parte del público profano de determinadas ciudades, no familiarizadas
con el sedimento clasicista y manierista que informa las raíces del
auténtico Barroco. Este criterio ha dado lugar a una errónea concepción
valorativa de las piezas del escultor, pues los gustos cofradieros,
desconocedores por lo general de la magnitud que puede cobrar la
problemática que rodea a toda creación artística, parece haber supeditado
la "calidad" artística, de las obra neobarrocas de Buiza primero, a la
intachable terminación artesanal del trabajo en madera y después, a los
alardes anatómicos, un tanto exagerados, que le permitían tanto sus
puntuales conocimientos de Medicina como sus relaciones de amistad con
personajes vinculados a la disciplina forense. Técnica y anatomía fueron
sendos campos, en los que Francisco Buiza alcanzó cotas que rebasaron el
virtuosismo al extraer de la madera todas sus potencialidades innatas.
Nada más lejos de la realidad, pues el óptimo trabajo de los materiales
nunca pudo evitar que, en numerosas ocasiones, las esculturas carezcan de
fondo emotivo, de unción sagrada y de interioridad anímica, como reflejo
de un equilibrio psíquico que contemplara el contundente porte de su
interpretación cristíferas.
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Dicha premisa explica la
circunstancia de que su labor en Sevilla se orientase, más que a la labra
de esculturas titulares, a la miniatura de imaginería, estofada y
policromada, con destino al exorno de pasos y andas procesionales. En sus
pequeñas tallas de Evangelistas, arcángeles y relieves. Francisco
Buiza conseguiría, en cambio, un empaque y una gracia tan singulares, que
su acabado las emparejan dignamente con los productos artísticos nacidos
bajo el período de esplendor de la talla barroca del Seiscientos. En este
sentido, sus Niños Jesús y los angelotes niños o putti que
se descuelgan en cascadas por los frontones, cornisas, volutas y cartelas
de esa auténtica retablística ambulante que es el paso o trono, permiten
saborear en igualdad de oportunidades al especialista y al simple
espectador, la exactitud del dibujo, la corrección del modelado y la
talla, la armonía en la composición y los aciertos de las policromías
limpias y transparentes, conseguidas mediante gamas aporcelanadas en tonos
sepias. Todo ello, por no citar su gran innovación como creador de nuevos
moldes infantiles de gesto travieso, revoltosas posturas y robustas
cabelleras leoninas, muy diferentes a los esquemas perfilados por Juan
Martínez Montañés, Juan de Mesa, Jerónimo Hernández de Estrada y los
hermanos Felipe y Francisco Dionisio de Ribas en el siglo XVII.
Exageración, fuerza, robustez,
rebeldía, desproporción, dramatismo, tensión y, en muy contadas ocasiones,
majestuosidad constituyen los invariantes estilísticos de la producción de
Francisco Buiza; abanderado del conservadurismo neobarroco a ultranza,
diestro dominador del oficio y transmisor, a su manera, de una sentidas
convicciones religiosas plenamente asumidas.
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Sus Dolorosas registran
influjos aún más heterogéneos, al adoptar esbozos estilísticos tanto
coetáneos como del pasado. En su juventud, la huella del maestro Sebastián
Santos Rojas aflora en obras como la Virgen de la Caridad
(1947-1948) de la Cofradía malagueña del Cristo del Amor, al conjuntar la
frontalidad y los tipos maduros tan gratos a aquel, con rasgos menos
idealizados e identificados con su propio gusto. En casos muy puntuales
alcanza a verificar un seguimiento del lenguaje del artista decimonónico
Juan de Astorga como sucede con la Virgen de las Lágrimas (1958) de
la Cofradía gaditana de la Piedad. Aparte de sus Dolorosas malagueñas, el
modelo de la Esperanza Macarena reaparece en la Virgen de los Dolores
(1978) de la Hermandad del Descendimiento de Cádiz.
No obstante, los baremos de
belleza femenina más imaginados por la mente de Francisco Buiza, se
concentrarán en la hermosísima Virgen de la Trinidad (1967) de la
Hermandad de Medinaceli de Cádiz, una talla cuyo precedente formal más
cercano se halla en la Virgen de las Aguas (1772) de la Cofradía
hispalense del Museo, labrada por el escultor academicista Cristóbal Ramos
en el siglo XVIII. Las mejillas de exquisita tersura, las complacencias
curvilíneas que adoptan los perfiles del óvalo facial, párpados y mentón
elevados hacia el cielo, hacen aún más lamentable la pérdida de esta
escultura para el patrimonio artístico malacitano, al haber sido
hipotéticamente ofrecida por el artista para convertirse en la nueva
titular de la Hermandad de Jesús de la Sentencia, según acreditan fuentes
solventes contemporáneas a un acontecimiento, cuya confirmación debe
quedar en suspenso, en tanto la documentación no aporte la última palabra
sobre el particular.
La ejecución de algunas piezas tan
forzadas repulsivas y poco estudiadas como los Cristos de la Coronación
de Espinas (1978) de Córdoba y el Cristo Resucitado (1973) y
Jesús atado a la Columna (1974) para sendas Cofradías hispalenses
podrían considerarse a raíz de su tremendismo adocenado, torpeza
compositiva y extremismos somáticos, como secuelas del accidente de moto
sufrido por el artista en 1962, que alteró su sociabilidad y carácter.
Murió en 1983 dejando sin policromar el Stmo. Cristo de la Humildad
(Ecce-Homo) de Málaga
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Obras en Málaga
Obras en general
Curiosidades
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Fuentes documentales:
MARTINEZ LEAL, P.I.: "El escultor e imaginero. FRancisco Buiza Fernández",
Hermandad de la Columna, Carmona, 1993. "El paso Stmo. Cristo de la
Sangre", Retablo, Sevilla, 1989.
Fuentes Fotográficas:
MARTINEZ LEAL, P.I.:"FRANCISCO BUIZA. Escultor e Imaginero (1922-1983)",
Guadalquvir Ediciones, Sevilla.
Archivos de Hermandades de Sevilla, Cádiz, Málaga, Córdoba, Las
Palmas de Gran Canarias, etc...
ANTONIO FERNANDEZ RODRIGUEZ, MANUEL J. RODRIGUEZ FERNÁNDEZ, J.M. LOBO
ALMAZÁN, MANUEL LOBATO RUIZ, J.MARTINEZ ALCALDE, JUAN ESCABIAS ESTEO Y J.M.
MIÑARRO LÓPEZ (SEVILLA), J.M. BERMÚDEZ RECIO Y EDUARDO NIETO CRUZ
(MÁLAGA), JOSE LUIS RUIZ NIETO-GUERRERO (CÁDIZ), ORONOZ FOTÓGRAFO
(MADRID), y en general dar las gracias a todos los fotógrafos que ejercen
y nos facilitan con sus obras gráficas.
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